miércoles, 21 de mayo de 2008

Matador suizo



Hace bastantes meses que se publicó el último número de la revista «de Cultura, Ideas y Tendencias» Matador; la presentación, en la que se encontraban Alberto Anaut (director de La Fábrica y editor de Matador), Titto Ferreira (impresor de la revista y presidente de tf artes gráficas) y Pablo Rubio (director de arte, del estudio erretres), se desarrolló en el Palacio de Altamira (nueva sede del IED de Madrid). Siendo un tanto malpensado, supongo que la demora en la presentación se debió a que en el IED no tenían otra fecha libre o que, por otros motivos, convenía retrasarlo todo casi cinco meses.

El caso es que la publicación que nos mostraron era realmente nueva, acorde —al menos en cuanto a diseño y tratamiento tipográfico, ¡por fin!— con los tiempos que corren. De tomar el relevo de un ya exasperante Fernando Gutiérrez se ha encargado Pablo Rubio, que ha cuidado hasta el mimo un diseño realmente acogedor y que seguramente prefiere la humildad de su estudio de Madrid que «jugar en la Premier Leage».
El primero declaraba en su momento que sólo quería «mostrar la belleza de la tipografía; no mostrándola en grande, sino que se entienda viendo cómo se usa», a lo que añadía que «si coges todos los números de la revista, cada tipografía tiene su característica». Este tratamiento, sin embargo, resultaba en la mayoría de los números —aunque cabría decir más exactamente letras— un tanto agresivo y, salvo en casos contados, esa característica de cada familia utilizada se convertía en un arma de lucha gráfica.



Pablo, por el contrario, ha optado en su primera intervención por un adoctrinamiento tipográfico en el que muestra en tres dobles páginas la belleza de la Helvetica y su eficacia en el resto de la edición, sosteniéndose en ese filo sutil que separa la apología de la docencia, la prepotencia de la sabiduría. Soy consciente de que esta tipografía —como las buenas de verdad— tiene tantos detractores como defensores: o la odias a muerte, o la amas con devoción; he de confesar que yo me incluyo en el segundo grupo. En cualquier caso, Pablo nos demuestra aquí por qué sigue conservando su categoría de clásica, cómo se encarga por sí sola de desmentir la ilegibilidad de la que se le ha acusado sin fundamento.
Esta elección ha sido fruto del gusto personal y la admiración del nuevo director de arte de Matador hacia las tipografías clásicas, y de su pasión por la Helvetica en especial; sin embargo, Pablo tiene la decencia de reconocerlo en público sin avergonzarse ni jactarse de ello, una sinceridad que le digna en el panorama de una disciplina lamentablemente marcada por la impostura, la prepotencia, la egolatría y la ignorancia. Ha sabido cuadrar una letra dura y rigurosa en una edición tranquila que remarca el tema del número K: la Belleza.
Para subrayar el diseño, aunque quizá deberíamos decir para cohesionarlo, ha optado por evidenciar la retícula de la página, acompañando su particular homenaje tipográfico con otro velado al maestro de la maquetación contemporánea, Josef Müller-Brockmann.

Sólo un pequeño matiz a corregir: En el texto que ilustra esas tres dobles páginas dedicadas en exclusiva a mayor gloria y lucimiento de la fuente, titulado Helvetica. La letra reina, califican el Estilo Tipográfico Internacional como «una de las más importantes corrientes modernistas del siglo XX.» El problema es de denominación, ya que el Modernismo —o lo que en el entorno hispano conocemos como tal— no tiene nada que ver con el Modernism anglosajón. Como intentamos muchos aleccionar, siguiendo el criterio de Raquel Pelta, se debería normalizar la traducción de éste como Modernidad o Movimiento Moderno, para no crear confusiones. Ese texto, por lo tanto debería rezar que el Estilo Tipográfico Internacional (también conocido como Estilo Suizo) es «una de las más importantes corrientes de la modernidad del siglo XX», por ejemplo.

Matador tiene fecha de caducidad, con fecha de nacimiento (1995) pero también de defunción prefijada (2022). Hasta llegar al número Z quedan muchas tipografías con las que componer los sucesivos; sólo esperamos que las siguientes elecciones sean tan acertadas como en este caso y con un tratamiento igual de digno y coherente.
Por el momento, las que ya han aparecido en ediciones anteriores han sido las siguientes:

  • A: Gill Sans, en la que se compone desde entonces la cabecera de la revista.
  • B: Caslon 540. «En caso de duda, usa Caslon» rezan los tipógrafos ingleses.
  • C: News Gothic.
  • Ch: Grotesque, en la versión Bureau Grotesque de David Berlow, otra grotesca muy en el gusto de Gutiérrez.
  • D: Univers, en un número paradójicamente dedicado al caos.
  • E: Joanna, una de las mejores creaciones de Eric Gill, para Monotype.
  • G: Akzidenz Grotesque, la madre de la Helvetica, en sus versiones regular y medium.
  • F: Courier, la más famosa de las monoespaciadas, que en la actualidad se asocia a los códigos de programación.
  • H: Ehrhardt Monotype.
  • I: Egyptian Bold Condensed y Trade Gothic, en número en el que el diseño se torna un tanto agresivo, sello Fernando Gutiérrez.
  • J: ITC Cheltenham, un diseño clásico pero extemporáneo.
  • K: Helvetica, en sus versiones Helvetica Neue 65 y 66.
Por cierto, no confundir la Helvetica con ese engendro tan endemoniadamente popular de Microsoft denominado Arial… aunque de fuentes bastardas y usos espurios hablaré en otro momento.

sábado, 10 de mayo de 2008

Detectado error material



En plena campaña de la declaración de la Renta, me llega una carta del Servicio de Retribuciones y Seguridad Social de la entidad para la que trabajo, comunicándome que han detectado un «error material en el Certificado enviado con la información fiscal» que ya me habían remitido semanas antes y que me envían uno nuevo. Ya es inquietante que desde un estamento así te comuniquen que se han equivocado al hacer las cuentas, pero si la carta que te remiten para informarte de ello está compuesta en Comic Sans de arriba a abajo (logotipo oficial incluido) resulta casi aterrador.
Seguramente no ha sido algo premeditado, ni una especie de conjura estético-tipográfica de connotaciones políticas y lucha gráfica activa, sino que el administrativo que le tocó redactar esta carta decidió que era una elección «muy mona». Quizá simplemente pasó de la Arial —aburrido ya de ella— a la Comic en la persiana de fuentes de su menú del Word y la encontró «ideal de la muerte». Si a esta desafortunada elección le sumamos el «error material» que me comunican, la imagen de dicha entidad se desmorona por sí sola.

El problema, en el que seguramente no reparó aquel, es que esta fuente hace referencias inmediatas al lenguaje informal de los cómics y la iconografía infantil. En este tipo de contextos sería una elección más que acertada y deseable, pero no para una carta de un estamento oficial; ¿se imagina alguien qué confianza —credibilidad, seriedad, etc.— podría transmitir una citación judicial en Comic Sans, un requerimiento de la Agencia Tributaria, o incluso el certificado de una Universidad centenaria? Si recibiese una invitación del Gabinete de Presidencia del Gobierno compuesta así, pensaría inmediatamente que se trata de una broma de un amigo que trabaja allí.
No digo que haya que erradicar de las paletas tipográficas digitales la Comic Sans —hay sitio para todas y para más— pero sí que deberíamos ser conscientes de que cada uno de los diseños tipográficos ha sido realizado con un objetivo concreto y tiene por tanto connotaciones en las que muchas veces no reparamos.

Existe en la Red una Organización Contra el Abuso de la Comic Sans, que muestra otros terribles desaguisados tipográficos con tan denostada fuente. Merece la pena echarle un vistazo, pero hay que estar preparado como si fueras a ver Viernes 13 en un cine de las afueras. No me hago responsable. También está la Ban Comic Sans, otra plataforma que ofrece además una serie de alternativas a nuestra amiguita —de descarga libre— en su apartado de fonts. Ni que decir tiene que aquello es un saco sin fondo en el que hay de todo. Juzguen ustedes.

No quiero demonizar a la pobre fuente, que es reconocida como una de las más legibles, pero no creo que sea la mejor opción en cualquier caso. Tiene muchas bondades, es cierto, pero creo que se debería recurrir a otras opciones más adecuadas para cada propósito. De cualquier manera (y por si es una tipografía que no convence) se puede disfrutar del trabajo de Janpieter Chielens, un joven belga que se ha propuesto nada más y nada menos que desarrollar una alternativa a la Comic, partiendo de sus ventajas y con el reto de superar sus defectos. Un trabajo realmente digno y loable.
Juan Pablo de Gregorio hizo también una versión de una fuente que le habían propuesto descargada de Dafont, en cierta medida similar a la Comic. El objetivo era crear «un par de etiquetas para una línea de moda infantil». El análisis, proceso y resultados están a la altura de este magnífico tipógrafo chileno.

Deberíamos tener mucho cuidado con qué tipografías componemos nuestros textos, porque ellas pueden decir cosas que no teníamos previstas, contradiciendo el contenido del mismo e incluso jugándonos malas pasadas. Un simple análisis de corte intuitivo, del tipo «¿qué me dice a mi esta letra?» sería más que suficiente en la mayoría de los casos; son 30 segundos, a lo sumo. Si nos ponemos exquisitos, deberíamos pensar en una alfabetización digital coherente con las posibilidades comunicativas que ofrece el medio; una de las asignaturas, por lo tanto, sería de concienciación tipográfica. Pero si la Universidad pasa por momentos harto difíciles, quizás ésto sea demasiado pedir.